miércoles, 28 de febrero de 2007

Dolor


Correr no sirve, no cuando tus piernas son insuficientes para escapar de lo que te persigue, cuando la amenaza real está dentro de ti. Mis manos están manchadas de sangre y nunca hubiera pensado que oliese así o que fuera tan espesa, por más que las froto no hago más que hacer dibujos que simulan el mar rompiendo suavemente en la playa.

¿Porqué corro entonces? Si soy consciente de mi responsabilidad en lo que acabo de hacer ¿A quien pretendo engañar huyendo? Porque me cogerán, no lo han hecho aún, pero inconscientemente dejaré rastros y al final me atraparán y cuando lo hagan se darán cuenta de que para una persona como yo, no hay posibilidad de reformarse. En este país no cumpliré el suficiente tiempo de condena como para dejar de lado la bestia que corre por mis venas, haciéndome cortar, desgarrar y devorar.

Y aún así, aunque confiese todos mis crímenes cuando me cojan, aunque diga en el juicio que lo he hecho yo y no pueda explicar porqué lo hago y aunque sepan que cuando salga voy a matar a las familias de todos los presentes, me dejarán libre.

Quizás debería tirarme al metro, ahorrar a todas esas familias el dolor de llorar a sus seres queridos, pero precisamente ese dolor es el que más placer me produce, después, cuando vaya a casa y me limpie bien, me prepararé para ir al tanatorio y absorber el dolor de la gente. Todo ese dolor es una droga para mi, ¿Pero como explico eso al juez? ¿Cómo le cuento que de pequeño asfixie a mi hermana pequeña solo porque me sentía más fuerte cuando ella sufría y me sentí un Dios cuando mis padres descubrieron el cuerpo? ¿Alguien podría creerme?

No.

Mi destino no es pudrirme unos años en la cárcel alimentándome del dolor de otros presos, hibernando hasta el momento de salir de nuevo a cazar, contando los días. Mi destino es ser un depredador en un mundo de corderos y verles como lo que son, víctimas de mi adicción, mi alimento, triturar carne y huesos de mis víctima
s hasta que no puedan aportarme dolor y conseguir el éxtasis con el dolor de sus familiares, por eso me mantengo siempre cerca de ellos.

Por fin paro de correr. Me siento exultante una vez mas, alimentado, lleno de deseo sexual, lamo mis manos con ansia, limpio las uñas arañando con los dientes, absorbo los últimos restos del dolor que es mi sustento.

Algo va mal. Siento como si mi cerebro me fuese a estallar. Caigo al suelo y noto como empiezo a temblar, me duele tanto que apenas puedo emitir un sonido. Y empiezo a alimentarme de mi mismo, me consumo, veo mis brazos arrugarse, mis ojos se hunden en las cuencas y al poco me quedo ciego. Es el fin, todo se va volviendo negro y apenas puedo contener los temblores.

4 comentarios:

SyL dijo...

Sí que has publicado, yo sabía que con el tiempo esto se iría haciendo cada vez más interesante :)

Admiro tu forma de escribir.

cariños

Sukvana dijo...

qué buen relato!... porque es un relato... de ficción, verdad? ;-)

Sombra dijo...

¡Que alegría verte por aquí!

Jajaja, si, es un cuento, aún no me he planteado alimentarme del dolor ajeno.

__m__ dijo...

tiene algo desconcertante que me gusta.....ese poder es tentador...tal vez me pase a ese lado y dedique mi tiempo libre a asesinar gente pudiendo sentirme grandiosa con el dolor ajeno.....interesante...